Arthur Rimbaud fue un joven que a la edad de 16 años ya era considerado uno de los poetas más grandes de la época en Francia. Él consideraba que un buen poeta era aquel capaz de escribir sus ideas y emociones mediante la vivencia total de los mismos, desligándose de todo prejuicio, disfrutaba sus vivencias con la exageración total de sus sentidos.
Rimbaud, formaba parte de una familia humilde, sin una figura de padre qué seguir. Su actitud rebelde y despreocupada lo llevó a la decisión de escapar a Paris donde se encontraría con otro de los poetas más reconocidos de la época, Paul Verlaine.
Verlaine se convierte en uno de los personajes más importantes en el desarrollo de su vida. Al llegar a París, las expectativas de Verlaine eran adoptar parte del estilo de Rimbaud en la escritura de sus poemas, a lo que Rimbaud estuvo dispuesto, advirtiéndole de la necesidad de usar sus sentidos para explorar el mundo de todas las formas posibles.
En esa etapa, Verlaine estaba casado con una joven y había tenido a su primer hijo.
En el afán de encontrar nueva inspiración, Verlaine se dispone a realizar cualquier cosa con tal de obtenerla, así es como surge la relación entre Rimbaud y Verlaine. Para Rimbaud, el amor era simplemente una utopía. La relación fue creciendo hasta el punto en el que Verlaine se ve comprometido a abandonar a su joven esposa y a su recién nacido hijo, luego de mostrar maltratos extremos contra ellos.
El romance se desenlaza entre varias disputas, Rimbaud, actúa como el vagabundo al que el dinero le es únicamente necesario para comer, pero lo más importante en su vida era tener buena iluminación, una hoja y una pluma para escribir sus poemas. Por el contrario, Verlaine era un señor que estaba acostumbrado a las comodidades y poco a poco, las dificultades económicas fueron deteriorando la relación.
Verlaine decide regresar con su ex esposa, pero las cosas no llegan a ser tan simples. Verlaine es encarcelado y se convierte al cristianismo; Rimbaud continúa mientras tanto su carrera poética.
Las vivencias y los momentos de vida de Rimbaud se desencadenan en un ambiente de rebeldía y desinterés por el dolor ajeno. Rimbaud, se muestra como un ser duro, despiadado y egocentrista; sin embargo, muchas de las veces deja salir su lado humano en el que la expresión de sus sentimientos es casi imposible de no percibirla.
Al final, Rimbaud abandona la literatura y se marcha al continente africano, donde un tumor en la rodilla lo obliga a regresar a Francia, donde finalmente muere a los 37 años de edad.
